Bajo la piel

EXPOSICIÓN EN LA GALERÍA DEL TOSSAL, AYUNTAMIENTO DE VALENCIA, DE OCTUBRE A DICIEMBRE DE 2005.

Si hace tiempo situé su obra "entre la máquina y ser'', ahora la artista ha evolucionado hacia el punto de situarnos "bajo la piel", como muy acertada frente titula su actual muestra en la Galería del Tossal. Lucía Hervás, cuya obra he podido seguir desde sus inicios, se planteaba la investigación no algo obsesivo y trepidante, como un reto para crear arte.

Si antes existía un mayor énfasis en la máquina, siempre en relación con el cuerpo humano, donde se vislumbraba el engranaje interno del cuerpo humano, ahora ha dejado aparcado el remarcar lo tecnológico, para centrarse en lo humano, en el corazón como elemento motor de nuestro ser y como elemento inmaterial que abarca los sentimientos. Es el símbolo lo que interesa, y en la mente de la artista surge lo simbólico trasladado conceptualmente a la obra.

Lucía Hervás, con estas obras directas realizadas sobre lonas plásticas transparentes, y a través de los grafismos, la línea, el gesto y el color, deja patente la idea así como su ausencia matérica. "Desde el interior'' establece un diálogo continuo con lo externo, logrando conjugar lo mecánico y lo emocional, humanizando así aspectos de lectura técnica. En un mundo tan complejo, Lucía Hervás reivindica los latidos de la vida, del corazón que sufre las agresiones exteriores por medio ' los materiales empleados que permiten que penetre la luz haciendo evidente la fragilidad interior.

Con ello Lucía Hervás descubre nuestro/su interior, con sus éxitos y conflictos. Recoge los movimientos vitales y aquellos sentimientos que irrumpen en el interior y que varían el latir y permite escuchar su ritmo cambiante. El collage, la pintura, el brochazo, la línea, el signo y la mancha, son para Lucía Hervás herramientas materiales que representan huellas mentales, como si del ADN se tratara. Es así como la artista abre su notable sensibilidad para relacionarse no sólo con el entorno, y consigo misma, sino también con el espectador; el contemplador de las realidades representadas e interpretadas en sus obras.

José Garnería.
Octubre 2005

atravesando interiores, téc.mixta s-lona, 150 x 270 cm

atravesando interiores, téc.mixta s-lona, 150 x 270 cm

Bajo la piel 5-resina s -tela y madera 53x54x7 cm

Bajo la piel 5-resina s -tela y madera 53x54x7 cm

candente, téc mixta sobre lino, 165x170 cm

candente, téc mixta sobre lino, 165x170 cm

corazón blanco, pintura s-tela-130 x 145 cm

corazón blanco, pintura s-tela-130 x 145 cm

Corazón rojo, téc.mixta s-tela y PVC,130x 145 cm

Corazón rojo, téc.mixta s-tela y PVC,130x 145 cm

bajo la piel 4, téc. mixta s-lona, 100 x 70 cm.

bajo la piel 4, téc. mixta s-lona, 100 x 70 cm.

bajo la piel 6-téc.mixta s-lona pvc 80 x 120 cm

bajo la piel 6-téc.mixta s-lona pvc 80 x 120 cm

bajo la piel 7, téc.mixta sobre lona pvc-70 x 101cm

bajo la piel 7, téc.mixta sobre lona pvc-70 x 101cm

bajo la piel, 1, téc.mixta s-lona-100 x 170 cm

bajo la piel, 1, téc.mixta s-lona-100 x 170 cm

Fluyendo, téc. mixta s-tela y madera 100 x 100 x 7 cm

Fluyendo, téc. mixta s-tela y madera 100 x 100 x 7 cm

fragilidad, tinta sobre tela 100 x 150 cm

fragilidad, tinta sobre tela 100 x 150 cm

profundo, acrílico s.lona 155 x 190 cm

profundo, acrílico s.lona 155 x 190 cm

quebradizo, técnica mixta s-pvc,105x 145 cm.

quebradizo, técnica mixta s-pvc,105x 145 cm.

METÁFORA Y PERCEPCIÓN EN LUCÍA HERVÁS

"Si el mundo de vida fuera todo soledad y caos, ya estarías destinada a manifestarte".
Joan Brossa

La vida del Arte es un retorno continuo a lo inmediato para dar otro paso más adelante sin que se per­ ciba el pie de atrás. Lucía Hervás, que nace a la pintura cuando la plenitud del romanticismo de los neo­ expresionistas con todas sus posguerras clavadas en la retina, transvanguardias y su revolutum neoyorquino de los ochenta, juntos y revueltos en aquellos Arco del renacimiento cognitivo hispano; pronto pasará al complejo oficio de la investigación sobre materiales y espacios que lejanamente nos recuerdan al Soporte­ Superficie francés, y más por lo que tuvo de teórico este brevísimo y último movimiento, que por sus resultados plásticos. Materiales traslúcidos que difuminan una realidad, pero no para ocultarla sino para obligar al espectador a fijar su atención como ya hicieran, obviamente desde otra intención óptica y perspectiva naturalista, los grandes del barroco italiano y español, y así observar las pinturas tras la pintura. Y para esa simbiosis cualquier técnica es buena, incluso mejor como contrapuesta, es decir: si deconstruimos, en su sentido fragmentario, la figuración con la abstracción y viceversa en el espacio natural de lo que ha venido denominándose como cuadro, tendremos desde la propia voluntad de la autora, aunque sensu contrario a la explícita formulación inicial de Derrida, unas tensiones implícitas en la superposición de planos y elementos que integran el conjunto de dualidades (casi binarias) para conformar el todo de la obra.

Si Braque y Picasso quisieron evidenciar al realismo que los críticos denominaron Impresionismo y consecuente Fauvismo, utilizando el puro objeto material sobre el lienzo cubista (en cierta forma deconstruido), y ya con los ensamblajes de Schwitters o Rauschenberg serán los propios conceptos académicos de pintura­ escultura los que se pongan en solfa, resulta evidente que la pintura actual, con la que y en la que convive Lucía Hervás, traspasa las líneas formalistas para convertirse al eclecticismo como manierismo (en su mejor acepción) de contar cosas y maneras de todos, al tiempo que expresar percepciones muy íntimas, a la manera de una, y ya no como consecuencia de otra estilística imperante, aunque si nos metiéramos en tendencias mucho tendríamos que decir, si bien aquí no es el caso porque para Lucía las novedades ajenas son recurso, nunca método en su estricto sentido estético.

La libertad como gesto y la mancha como disolución cromática de la forma; la primera se expande en grafismos que cada vez se hacen más duros, o expresionistas dentro de la propia abstracción que mantiene el juego de las ondulaciones como segmentaciones del cuadro; al tiempo que las nebulosas unas veces van cobrando representación para perder lo etéreo y licuado en aras del movimiento que puede convertirlas en lo que quiera Hervás a la vieja usanza de las espirituales e intuitivas teorías de Kandinsky versus Malévich, pero aquí con unas formulaciones distintas a ambos porque Lucía muda al espectador, convirtiéndolo más en partícipe, incluso material, evitando que quede enfundado en la acostumbrada visión del intérprete. Nebulosas y ondulaciones que se hacen cada vez más patentes en los trazos manifiestos y velados como antítesis complementarias, o como si los vientos recorrieran la pintura desde dentro de la misma obra convertida en un cosmos particular de Lucía.

Claro que siempre podemos encontrar concomitancias en los Ciria, Uslé y hasta Motherwel con algún detalle de las Window-and-Wall si nos ponemos a rebuscar en cajón de sastre de lo contemporáneo, pero los senderos de Lucía Hervás hace tiempo que se bifurcaron hacia campos cuyos códigos no están pre- viamente señalizados, ya que no sólo en sus cuadros, digamos convencionales (tela y bastidor), la encontramos, sino que en otras obras busca la trimensionalidad y la participación material y expresa del espectador, que así reinterpreta la opera aperta ofrecida por la autora como un acto de complicidad y de creación mutua, impredecible y capaz de encontrar siempre nuevas lecturas: capas de lona plastificada superpuestas, como un texto alterado por el receptor activo, y aquí sí que volvemos a las formulaciones que posibilitan cierta ordenación de caos, pues la pintura invade frontalmente el campo de la escultura y por tanto de las infinitas prospectivas-perspectivas y viceversa, para situarse en una dimensión de monólogo silente estructurado, y reconstruido insisto, cual el escaneo de las distintas pieles y corazas que conforman el núcleo de lo oculto, inexplicable, inconfesable, vergonzoso y a todas luces íntimo y personal como las esas intermitencias del corazón de las que hablaba Proust.

Los grises navegan por la lona escurriéndose tras una tormenta roja que impregna el magma de la disolución del color, mientras el ataúd de Kiefer y su ajuste de cuentas con el pasado inmediato se han convertido en caja destapada para hacer de las virutas, hojas que escaparán con el aire, y de las hojas, símbolos: por tanto, signos no concretos. Hay que pararse frente a las obras-obra de Lucía Hervás para ver el "animal metafórico" del que tanto habló Nietzche como Zaratrusta, y a partir de ahí, diseccionar la pintura dentro de la pintura, la fotografía como una metonimia, y en sus cofres abiertos a la curiosidad de cada cual, ir destapando una por una las capas de la memoria cromática como si fueran percepciones de las muchas caras que puede tener el Arte cuando, ya perdida la perspectiva del espejo y de la idealización, se convierte en pasiones, tantas y diversas como para dominar la experiencia, esa misma a la que algunos retóricos llaman madurez, y yo llamo búsqueda, asumiendo los errores como experiencias, nunca como fracasos, ya que cada cuadro es un viaje hacia lo desconocido y desde el aprendizaje continuo, porque como dijo Kubrick: "La sensación de misterio es la única emoción que se experimenta más poderosamente en el arte que en la vida".

Pedro Nuño de la Rosa
Octubre, 2005