
Campanadas, 2001 collage s tabla 165 x 170 x 10
Desde el Interior,
Lucía Hervás Asins
Todo lo que nos bombardea produce sentimientos que afloran, que se desgarran, que se rompen, que se mueven, que se expansionan, que explotan, todos estos pensamientos ¿devienen en palabras?; yo querría conseguir meterlos dentro de cajas, que podría llamar pictóricas.
He tomado materiales que dejaran pasar la luz, que permitan adivinarse aunque sean superpuestos; a modo de una piel de recién nacido delicada y traslúcida, o tal vez como aquella piel de mi abuela, frágil y fina.
De manera simbólica, se pretende exteriorizar el interior de la esencia del cuerpo, en un intento de hacer aflorar aquello que fluye desde dentro e intentamos esconder sin éxito.
Los materiales ayudan en la plasmación del concepto, algunos translúcidos, como papeles vegetales; otros naturales, como lino y tela de algodón.
La imagen fotográfica ayuda a materializar el concepto. Los grafismos sutiles y los gestos de dibujo y los cortes en la tela son el alma formal de estas últimas obras tridimensionales, casi objetuales, que podrían tratarse como no escultura.
Junto con los gestos, la superposición de planos, los materiales y los grafismos y usando el color encarnado de la profundidad de las piezas, se ha pretendido aflorar la idea de intimidad, de dejar ver los sentimientos más íntimos en relación con las propias partes internas del cuerpo.

Calor roto,2001 Collage sobre tela 107 x 104 x 10 cm

Dentro, 2000 collage s-tabla 65 x 75 x 7 cm

Corazón, 2000 collage s-tabla 130 x 130 x 8 cm

Engranajes II, 2000 collage s-madera 65 x 23 x 8 cm

Engranajes II,2000 collage s-madera

Enredos, 2000 collage s-tabla 170 x 80 x 8 cm

Conflicto Interno, 2001 t copia.mixta s-tela 110 x 50 x 25 cm

Aflición, 2000 collage s tabla 170 x 80 x 8 cm

Latente, 2001 t copia.mixta s tela 100 x 100 x 10 cm

Inocencia I, 2001 t copia.mixta s-tabla 150 x 75 x 10 cm

Inocencia II, 2001 T copia. mixta s-tabla 150 x 75 x 10 cm

Fijación, 2001 T.mixta sobre tela 110 x 50 x 10 cm

Interior en el exterior, 2001 t copia.mixta s/tela 110 x 50 x 10 cm
Algunos motivos por los que seguimos vivos.
Fondo y forma en la obra de Lucia Hervás Asins.
Todo pudo comenzar cuando el primer ser humano oyó latir su corazón. Algo feroz ocurría dentro de su cuerpo sin nombre; de su sino sin dioses, de su lenguaje gruñido a gestos. Después vinieron, seguramente, sus digestiones pesadas, sus ruidos gástricos; como si la carne cruda del animal se rebelara dentro de sí, continuando la lucha anterior a su captura. Sintió el deseo de poseer, pero le costaba entender la inestabilidad de su destino. Después, moría arrollado por su propia osadía, ensimismado en su desconocimiento; infectado por una gangrena siempre ascendente. En su intento feroz de huir del caos, apoyaba las palmas de sus manos en las paredes de la cueva que habitaba, pintando con una lógica irracional los momentos estela reside su victoria. Muchas baja s para conseguir alimento descubrieron involuntariamente que el gran triunfo era perpetuar la especie.
Nada ha cambiado en realidad y oír nuestros latidos sigue resultando un misterio insondable, un lugar de lúgubre reconforte. Hablar del cuerpo humano, no hay duda, nos ayuda a asumirlo más, por más que nos resulte imposible-ni aún con el lenguaje cifrado de la ciencia-comprenderlo del todo. Debemos admitirlo como una máquina que desde que comienza a funcionar vive pendiente no ya sólo de su funcionamiento, sino de los numerosos motivos que pueden interrumpir el mimo. De tal forma que aprender a vivir, llegar a comprender con. exactitud la vida, es asimilar diariamente la muerte. La verdadera razón de que vivamos es, ha ido y seguirá siendo nuestra tenacidad a seguir manipulando nuestro enromo; los planes de futuro, realizados por los únicos seres vivos hiperconscientes de su finitud, resultan la paradoja que aviva la llama el triunfo continuo de una precisa desmemoria el cuerpo humano sea interpretado desde múltiples, variados, casi infinitos puntos de vista. Como fragmentación de un deseo, como carcasa y máscara de ocultas intenciones, como experiencia vital total difícil de esquivar pues es lo único físico que rige nuestra experiencia, como mera autocomplacencia de la belleza, como impasse vivido y sanguínea transición de una supra existencia más etérea e inaccesible, como plasmación de un éxtasis divino, como muerte física... El cuerpo como casa (exterior) de un cuerpo como hogar de nuestros sentimientos internos; algo así como diferentes capas cada una resguardad 11 por la inmediatamente contigua a ella. Podríamos preguntar a Lucia Hervás y que su respuesta fuera también parte nuestra-qué queremos decir cuando hablamos de lo que son las cosas y de los símbolos que hemos creado de esas mismas cosas. ¿Estamos hablando del corazón como motor del cuerpo humano o del corazón como símbolo de lo sensible? Qué nos ayudará a comprender su significado, su función y su funcionamiento, ¿la representación realista de las arterias y las venas, del bombeo de la sangre hacia todo el cuerpo, o la síntesis de su símbolo simétrico, tal vez atravesado por una flecha y habitado por dos iniciales?
La respuesta no existe sino para cada u no. Tanto como la propia caligrafía o el dibujo particular que hagamos de su símbolo. Seguramente son necesarias ambas concepciones, igualmente que son básicos ambos comportamientos. Un corazón es, figuradamente, tanto o más que el corazón-motor que nos da vida; su símbolo ha igualado al menos la importancia de su función, de igual manera que se ha convertido en el dibujo animado de un ejemplo real más abstracto y desfigurado; también más peligroso.
Lucia Hervás trabaja sobre algunos de estos comportamientos sociales. El cuerpo como máquina interna y como externa confrontación que reacciona ante el frío y el calor, ante el dolor y la afectividad. Para ello se sirve de la antítesis que genera esta complejidad; es decir, de un equilibrio que persigue la definición de ambos opuestos, no la anulación de cualquiera de sus partes. Si el interior es cálido es porque el exterior es más frío, aunque no siempre sea por una evaluación térmica. De hecho, gran parte del interés de L. Hervás está más relacionado con la inaccesibilidad entre estadios que con la descripción de los mismos por separado. Su trabajo se encuentra en una fase de búsqueda emocional y física adonde asentarse; de donde avanzar en investigación y línea recta. Esta labor de búsqueda representada en sus colages y pinturas con la superposición, el enmascaramiento, el paso a atrás para el salto más largo hacia delante, las imágenes transferidas como seres espectrales que existen en su indefinición-esta labor, digamos, es una transición. Tal vez más formal que temática, más estilística que conceptual, pero una búsqueda sin duda hacia parajes todavía sin dueño ni experiencias aún registradas; donde la técnica podría ser el arma, pero no debería ser el fin.
¿Cómo, entonces, representar lo invisible; cómo volver físicas las sensaciones que tanto son caricias como punzadas, a veces olas y otras mareas? ¿Cómo, pues, anidar la esperanza de la comprensión, del conocimiento sobre lo que hacemos y por qué seguimos existiendo? Sólo parece que pueda haber una única manera de expresarse, una sola forma de hablar, de escribir o de dibujar un símbolo: aquella en la que podemos reconocernos, que es tanto parte nuestra como nosotros el resultado de sus pesquisas.
Hacia donde se dirigen nuestras instituciones o donde nuestros deseos confluyen con nuestros actos, debemos encaminarnos. Si no para escapar de una realidad voraz. y presa del ahora, si para admitir nuestra condición de humanos en perfecta caducidad, de leves y sensibles plumas en manos del viento. En realidad, poco o nada ha cambiado; nuestros actos cargados de invención seguirán siendo vistos a través de generaciones como inocentes y romos intentos de perseverar en nuestra incomprensión. Aunque nos digan que simplemente estamos manchando las paredes con la impronta de nuestras manos embadurnadas en pintura, son nuestras manos, nuestro tiempo y nuestras paredes. Y aunque sólo sea por esto, parece motivo suficiente como para seguir existiendo e inventándolo.
Álvaro de los Ángeles

Joan, sencilla protección,2001 collage s-tela 100 x 100 x 10 cm
